En 2009, Sergio Vásquez y José Manuel Alcaíno crearon Mawün Rainwater, un emprendimiento que embotella el agua de lluvia en plena selva de Valdivia y la convierten en un producto Premium por su composición única: una baja cantidad de minerales. Sus críticos dicen que el proceso de calidad es dudoso.
Cada vez que se pronostica lluvia en la región de Los Ríos, Sergio Vásquez (39) y los tres trabajadores de su empresa se preparan. Saben que, en un par de horas, las nubes cargadas de agua sobre la costa del Océano Pacífico se trasladarán 30 kilómetros hacia el interior, llegando al sector de El Rebellín –a veinte minutos de Valdivia– en donde tienen instalados los quinientos metros de techos de policarbonato preparados para hacer escurrir la lluvia hacia los contenedores. Después de un par de horas de proceso, el agua que cae del cielo queda ahora atrapada en una botella. En un par de días, estará en la mesa de uno de los hoteles más lujosos de Santiago lista para ser consumida.
“La idea siempre fue hacer algo ligado a Valdivia, ver cuáles eran las características de la zona y potenciarlas. Así surgió la lluvia como concepto”, cuenta Vásquez, dueño y fundador de Mawün Rainwater.
Desde los siete años, Sergio Vásquez y José Manuel Alcaíno –ambos valdivianos y de la misma edad– son amigos. Después de tomar caminos distintos en la Universidad Austral de Chile y tras 25 años de conocerse, decidieron empezar un proyecto independiente que tuviera directa relación con su ciudad natal. En 2009, empezaron a testear Mawün, siendo una de las cinco experiencias en el mundo y única en Latinoamérica en embotellar el agua de lluvia y venderla como un producto premium.
Con un par de botellas selladas y etiquetadas manualmente, en 2010 asistieron al Summer Fancy Food en Nueva York. Con una maqueta del proyecto, testearon el producto y se percataron que tenía una muy buena recepción por parte del público. Este fue el impulso para invertir y desarrollar la idea.
De los 365 días del año, en Valdivia llueven 188. Es el único bosque templado lluvioso de América del Sur. La selva valdiviana, según cifras de la Dirección Meteorológica de Chile, recibe 1871 milímetros promedio anuales de lluvia, seis veces más de lo que llueve en Santiago.
La idea era recoger el origen y la identidad de la Región de los Ríos, en especial de la ciudad de Valdivia. Para esto contaban con un sitio ubicado en la entrada norte de la ciudad, frente al Parque Oncol, denominado el Santuario de la Naturaleza Carlos Andwanter. En medio de coihues, arrayanes y ulmos instalaron los techos captadores de policarbonato, material conocido por ser un potente antibacteriano.
Cada vez que se acerca un sistema frontal, se debe preparar todo el proceso. Los techos se limpian con agua potable y al momento que empiezan a caer las primeras gotas, el agua se deja escurrir por al menos una hora. Todo esto, para evitar que se contamine con minerales, lo que le da una composición baja en sodio y calcio. “El agua de río o de lago tiene cierto grado de minerales porque los arrastra del suelo. Nosotros la captamos antes de que eso ocurra y esa es nuestra diferencia”, dice Cecilia Campusano, ingeniera en alimentos y jefa de planta en Mawün.
Bajo los techos de policarbonato en pendiente están listos los contenedores de cien mil litros que, a través de canaletas de acero inoxidable, reciben el agua que cae. Con una manguera conectada a la planta, se introduce oxígeno para mantenerla fresca para cuando se necesite embotellarla.
Al subir el cerro –en el cual se encuentran los techos– a veinte metros está el galpón verde, donde se lleva a cabo el segundo proceso de filtración y el embotellamiento del producto. El agua se embotella, según los requerimientos de los pedidos. “Nosotros trabajamos contra distribuidor, esto quiere decir que no entregamos a clientes particulares, sino que pedidos grandes y despachamos una vez a la semana a un distribuidor en Santiago que reparte a particulares”, explica Campusano.
Dos gotas encerradas en un círculo. El logo de Mawün, que significa lluvia en mapudungún, refleja la importancia de la cultura mapuche, además de representar el equilibrio que quiere alcanzar con el medio ambiente. Este logo se pone manualmente en las 25 mil botellas mensuales que se producen y recorren, en su mayoría, más de 840 kilómetros hasta Santiago. Mismas botellas que después de ser usadas, retornan a la planta para ser reutilizadas.
Del cielo a la mesa
“Cuando la probé me pareció excelente, es más liviana, tienes sin gas y con gas, pero ese gas es muy suave”, dice Michel Navarrete, al recordar la primera vez que probó el agua de lluvia. Hace seis años, Navarrete estaba en un restorán de Valdivia cuando decidió probarla y de inmediato le pidió el contacto de la empresa para poder vender el producto en su local: el Toro Diablo de Valdivia. Desde ese momento, ha tenido éxito entre los clientes tanto extranjeros como chilenos. De las tres opciones de agua que ofrece, cuenta, en su mayoría siempre piden el agua de lluvia.
Mawün es un producto premium que no busca masificarse. Se mueve en un mundo segmentado de hoteles, restoranes y tiendas gourmet, como por ejemplo el Hotel W y el Hotel Marriott, entre otros. De local en local, la botella pequeña de 350 cc cuesta en promedio $2000, mientras que la botella grande de 750 cc cuesta aproximadamente $3500. Marcelo Pino, mejor sommelier de Chile dos veces consecutivas y segundo a nivel latinoamericano, explica que el agua de lluvia embotellada está orientada a la gente que busca cosas más sofisticadas, tanto en los vinos, la gastronomía y ahora en las aguas: “Los clientes están más evolucionados, buscan nuevas cosas, probar nuevos sabores. Jamás ha sido un agua enfocada en lo masivo”. Esta segmentación no ha estado exenta de críticas. Tomás Pereira, dueño de la tienda Espacio Cocina de Valdivia dejó de vender el producto: “Me parece un producto siútico y orientado a extranjeros que sólo vienen en verano”.
“Recursos claves: lluvia y medio ambiente”, “Actividades claves: recolección de agua”, “Propuesta de valor: ventana a la patagonia chilena”, estos son algunos de los mensajes que se leen en los más de cincuenta papeles pegados en la pared de la oficina de Sergio Vásquez conformando el esquema del modelo de negocio Canvas. Hoy, gracias a esta planificación son 25 mil botellas las que mensualmente recorren tanto el territorio nacional como el internacional. Si bien su exportación está principalmente destinada a China, no descartan ingresar al territorio europeo por España.
Sentado en su oficina –con ventanales que dan al Parque Oncol– observa el modelo Canvas, los planos del lugar y tiene solo un objetivo en mente: “Pretendemos crecer tres veces de aquí a 2017”.
Aguas del fin del mundo
¿Por qué en Valdivia y no en Santiago? ¿Existe un control bacteriológico? Sergio Vásquez cuenta que tuvo detractores a la hora de embotellar la lluvia y desconfianza por parte de los primeros consumidores. El agua pasa por dos filtros, el primero al caer a los contenedores desde los techos captadores y un segundo filtro mucho más fino de 0,2 micras, lo que no deja pasar ni siquiera microorganismos. Mawün, tiene implementado el Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control (HACCP por su sigla en inglés), que según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) es“un sistema que permite identificar, evaluar y controlar peligros significativos para la inocuidad de los alimentos”. Al ser una pyme, Mawün no certifica con asesoría externa el proceso, como sí lo deben hacer las empresas más grandes.
Valdivia posee la mayor cantidad de precipitaciones a nivel nacional, una alta humedad durante todo el año y altas tasas de evapotranspiración, lo que hace de la zona un buen lugar para desarrollar esta idea. Una de las otras experiencias en el mundo que lleva a cabo este proceso es la empresa australiana Tasmanian Rainwater. Si bien está al otro extremo del mundo de Valdivia, tienen una ubicación en común: ambas están en el paralelo 40. Para Vásquez, es el mismo concepto: “Ellos lo que venden es lejanía, sur del mundo, virginidad. Para el cliente europeo o estadounidense no es lo mismo consumir agua de lluvia de Centroamérica, porque se asocia inmediatamente a contaminación. Estamos en el fin del mundo y eso rescatamos”.
Misma opinión comparteAdy Giordano, profesora y especialista en Metodologías de Extracción de Contaminantes Orgánicos desde Matrices Ambientales de la facultad de Química de la Universidad Católica, quien explica que en Santiago no podría hacerse un proyecto así por las bajas precipitaciones que se registran y porque además la lluvia arrastra gases de efecto invernadero que a pesar de las filtraciones no podrían desaparecer en su totalidad. “Es por eso que cuando llueve al otro día está mucho más despejado, porque claramente el agua arrastra los gases contaminantes del aire”, dice.
Es viernes a las diez de la mañana y mientras la niebla característica de invierno empieza poco a poco a desvanecerse, los techos captadores se comienzan a ver en las dependencias de Mawün. Hoy todo está detenido, pero Vásquez sabe que en cuatro días más el panorama será distinto. Está pronosticada lluvia.
Este reportaje fue hecho para el Taller de Prensa Escrita de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica
Por Jorge Jiménez
Estudiante en el último año de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile, minor en Ciencias Exactas y Naturales. Interesado en temas relacionados con la Ciencia, Ecología y Sustentabilidad.
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