12 de marzo de 2013

Salud infantil y medioambiente: El reto es garantizar la cotidianeidad

Ramon Folch en la inauguració de la exposición Aire
Asistir a una conferencia de Ramon Folch es siempre un aliciente porque si algo caracteriza a este doctor en biología y socio ecólogo es su incansable curiosidad por analizar el presente, el pasado y dibujar escenarios de futuro. Y lo hace, como buen intelectual que es, incorporando a sus disertaciones ingredientes de la cultura en todas sus vertientes, con el objetivo de espolear al auditorio a mirar el entorno desde una nueva óptica.

La conferencia que impartió en la Diputació de Barcelona dirigida a los concejales de medio ambiente, como respuesta de una petición que cursó a la Fundació Roger Torné, el Área de Salud no fue una excepción. Y no lo fue por partida doble: tanto por el contenido de la misma, como por su planteamiento inicial ya que estaba dirigida, desde el área de Salut a los concejales de medioambiente. Convocar un acto de esta naturaleza era, a mi entender un forma de evidenciar desde la administración pública la necesidad de poner de manifiesto la indisoluble relación existente entre el medio ambiente y la salud y en especial la salud infantil. Por ese motivo nos pareció una excelente iniciativa a la que el Dr. Ramon Folch, miembro del Consejo Asesor de la Fundació Roger Torné podría dar una excelente respuesta.

Sin olvidar la rigurosidad de los datos científicos y económicos, Ramon Folch planteó los falsos paradigmas a los cuales nos enfrentamos en la actualidad y que precisamente por su forma de ser enunciados nos alejan de su posible solución. Si persistimos en observar nuestro entorno, con una mirada hija del siglo XIX no podremos encontrar las soluciones que las estructuras sociales y demográficas nos plantean en el siglo XXI. Con este arranque comenzó su conferencia. Y si me lo permiten, ya que la tienen a su disposición en la web de la Diputació de Barcelona, continuaré avanzándoles el final de la misma, por lo contundente y rompedora que suponía su conclusión: Nuestra circunstancia forma parte de nosotros mismos

O lo que es igual, lo que denominados ambiente no sería algo ajeno a nosotros sino que formaría parte intrínseca de nosotros mismos. Y desde esa perspectiva se me ocurrió imaginar que supondrían los 10 metros cúbicos que respiramos diariamente. Una habitación, más o menos estándar, con 2,5 metros de alto, 3 metros de largo y 2 metros de ancho tiene una capacidad de 15 metros cúbicos. Vaya, me dije, es verdad, al cabo de un mes respiramos aproximadamente 300 metros cúbicos o sea unas 20 habitaciones. Y posicionada desde esa perspectiva, hasta para mí, que estoy sensibilizada con la temática, el aire lo comencé a percibir como algo más personal que simplemente el aire que me rodea.

Partículas en suspensión
Sin embargo en nuestra lógica cotidiana hemos separado lo que llamamos medioambiente de nosotros mismos. Como si ambos fuéramos interdependientes, como si el entorno no fuera fruto de nuestros actos y su existencia, a su vez, no nos influyera.

Ramón Folch puso de manifiesto cómo esa visión, a pesar de mediar más de un siglo de por medio nos continúa influyendo: Seguimos mirando a nuestro alrededor con los ojos de una generación embarcada en una revolución industrial que transformaría el mundo desarrollado y que atraería las poblaciones rurales a las ciudades. En ese éxodo, el campo y la naturaleza, que quedaban atrás, han ido adquiriendo, en nuestro imaginario colectivo, tintes bucólicos y míticos, de paraísos perdidos en oposición a las ciudades, en las que nos vemos “condenados” a vivir. De esta forma el “humo” se asimila a la ciudad frente a lo verdaderamente saludable que supondría la naturaleza. Y quizás en esa dicotomía comenzó una renuncia implícita e inconsciente de la sociedad a plantear la necesidad y la responsabilidad de imaginar ciudades saludables para todos sus habitantes.

Porque en un momento en el que más de la mitad de la población mundial vive en urbes, y esa incorporación resulta más rápida e importante en los países en desarrollo, el reto, como afirma Ramon Folch, que se nos plantea en la actualidad no es garantizar la excepción, sino garantizar la cotidianeidad. En su opinión, que comparto plenamente, deberíamos aspirar a tener un aire de calidad no solo en el campo y en la montaña, sino en el hábitat natural de la humanidad en el siglo XXI: las ciudades. No dudó en señalar vehementemente, que era precisamente en ese ámbito donde todos nos jugamos la partida.

Tiene razón el Dr. Folch porque si fuéramos verdaderamente conscientes de los efectos tan nocivos que para la salud tienen las partículas en suspensión probablemente la sociedad en general, sería menos benevolente con los límites de contaminación atmosférica que sobrepasamos con tanta facilidad en las grandes ciudades españolas. Exigiríamos medidas de contención a las administraciones públicas y colaboraríamos con ellas para restringir el tráfico rodado y encontrar medidas alternativas más saludables. Pero no tenemos verdadera conciencia del impacto de la contaminación atmosférica en nuestra salud y lo que es aún peor en la salud infantil. Mientras iba leyendo las imágenes que nos mostraba recordé, que en un estudio que recogemos en nuestra “Guía de salud infantil y medio ambiente para padres y mares. Una relación de por vida” concluye que en la mitad de los hogares españoles hay humo de tabaco, que es otra de las fuentes de contaminación más perniciosas para los niños…

La expresión acuñada hace años por la OMS recordándonos a todos que “los niños no son adultos pequeños” continúa en plena vigencia. El Dr. Folch señaló a los asistentes las múltiples diferencias que nos separan tanto morfológica como funcionalmente Unas diferencias que con las pautas de conducta que caracterizan a los niños aún se agrandan más. Y lo ilustró con una imagen de la exposición Aire. Respiración y salud infantil que a mí me gusta especialmente, porque de un vistazo comprendes que si cogiéramos al niño y lo aumentáramos al mismo tamaño del padre que lo acompaña, sería un pequeño gigante. Somos diferentes y nosotros, como adultos, deberíamos proteger el desarrollo saludable de esa diferencia. Quizás ahí esté la clave para lograr una sociedad que disfrute no solo de la naturaleza sino también de unas ciudades saludablemente sostenibles.

"Los niños no son adultos pequeños"
El señor Josep Oliva, Delegat de Benestar Social i Salut Pública que inauguró la conferencia terminó su intervención recordando y considerando como deseable, el concepto de salud, acuñado con la participación directa del Dr. Ramon Folch, hace más de 35 años, como un estado de plenitud. Estamos de acuerdo con el señor Oliva y esperamos que entre todos (administraciones y sociedad civil) no hagamos de esa definición otra quimera. La salud es cosa de todos, pero sobre todo es responsabilidad de la sociedad adulta, los niños se merecen algo más que buenas palabras.

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