14 de febrero de 2011

Pobres y sin energía… Las Renovables son la alternativa.


La pobreza energética se puede definir como la falta de energía suficiente y asequible para promover el crecimiento económico y satisfacer las necesidades humanas. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación FAO, en el mundo tenemos que más de 1500 millones de personas carecen de acceso a la electricidad. En la Unión Europea cerca de 50 millones de ciudadanos no pueden vivir con temperaturas idóneas dentro de sus hogares. 3 mil millones de personas (la mitad de la población mundial) dependen de madera o los residuos de cultivos o de ganado, para satisfacer sus necesidades de energía doméstica para cocinar y calentar sus hogares.

En Venezuela 1,2 millones de venezolanos en las zonas rurales no poseen un servicio eléctrico regular, seguro y confiable. Sin embargo, en la última década esta situación se ha hecho presente en el medio urbano. Cada día más ciudades y pueblos venezolanos que antes disfrutaban de electricidad en condiciones estables, han pasado a sufrir las calamidades de las prolongadas interrupciones del servicio, lo que ha originado un aumento considerable de la pobreza energética urbana.

Cuando pensamos en los millones de kilovatios que se producen diariamente por todas las fuentes energéticas disponibles resulta impensable que aún tengamos tantas familias en esta situación. Lo peor de esto, es que para satisfacer las necesidades energéticas existentes, el consumo de combustibles fósiles aumenta y con ello las emisiones de gases de efecto invernadero, principales causantes del cambio climático que severos daños esta causándole al planeta.

A pesar de los esfuerzos mundiales de muchos actores políticos, sociales y empresariales, las energías renovables aun encuentran trabas para su completa expansión y desarrollo. Basta ver los obstáculos que actualmente el gobierno de España le pone a la industria fotovoltaica, para comprender que hay fuertes intereses que intentan frenar que las energías limpias lideren el mercado energético global.

Ya las universidades y los centros de Investigación y Desarrollo Corporativo han hecho su trabajo. Hoy tenemos tecnologías disponibles y accesibles desde el punto de vista de costos, calidad y disposición, que permiten que las energías renovables se impongan de una manera decisiva en el escenario mundial.

Ahora toca el turno a los líderes políticos. El planeta demanda algo más que discursos y buenas intensiones, ya los datos de eventos climáticos y desastres naturales así lo señalan. El cambio climático es una realidad inobjetable, nuestro planeta se calienta y está enfermo.

En medio de este sombrío panorama surgen acciones positivas que nos invitan al optimismo. Estados Unidos se traza la meta de abastecerse en un 85% de energías limpias para el 2035, la Unión Europea avanza que para el 2050 su suministro eléctrico será 100% de fuentes renovables, es cada vez mayor el compromiso en Asia por el desarrollo de nuevos proyectos eléctricos “verdes”. China ya es líder en la producción de paneles solares y equipos para el sector servicios y transporte que usan fuentes limpias. En América Latina, Chile construirá el mayor parque eólico del Sur, mientras que Perú y Argentina impulsan importantes proyectos fotovoltaicos y aceleran sus cambios jurídicos para favorecer el desarrollo de las energías renovables.

…Y Venezuela? Nuestro país tiene un potencial extraordinario en energía solar, eólica y biomasa. Esta última, podría tener mayor éxito si logramos que los residuos orgánicos que producimos diariamente los venezolanos sean utilizados para la generación de biogás y con esto electricidad. Contamos con más de 4 millones de barriles diarios de petróleo equivalentes en energía solar, es decir, toda una novedosa industria por explotar y con ella, miles de empleos verdes por crear. Sin embargo, la política del país en materia energética se ha encaminado a profundizar la producción de petróleo y la generación de electricidad con fuentes no renovables y altamente contaminantes.

Cuando leemos los planes y proyectos de los mayores países consumidores de energía, la pregunta que cabe hacerse es ¿a quién le venderemos nuestro petróleo en unos años? Y ¿qué pasará cuando no tengamos suficientes clientes?; ¿cuál será nuestra nueva fuente de ingreso nacional? ¿Qué haremos con el empleo, la pobreza y la exclusión en nuestro país?

Considero que seguiremos viviendo de la renta petrolera por unos cuantos años más. Pero está claro que debemos de manera urgente replantearnos nuestro modelo de desarrollo y enfocarnos en construir una nueva economía cónsona con las demandas del planeta y que coadyuve en la erradicación de la pobreza. Una economía “baja en carbono” productiva, innovadora y socialmente incluyente; cuya renta sea producida por todos y no sólo por el Estado.

De no actuar, seremos acusados permanentemente de mantener un “sistema de combustibles sucios” que produce destrucción al medio ambiente; veremos como el desarrollo tecnológico le traerán al mundo más vehículos eléctricos, más artefactos “inteligentes”, mayores productos fabricados de forma “verde” y por supuesto millones de kilovatios más eficientes gracias a las energías renovables.

A pesar de esta realidad y aunque los proyectos petroleros avancen, Venezuela tiene el reto ante sí de mirar el futuro a través de las Energías Renovables. Es una tarea que conlleva mucho trabajo, esfuerzo y compromiso de múltiples actores. Pero es el camino a seguir, si queremos jugar un papel determinante en la recuperación ambiental y social de nuestro planeta.

Reducir la “pobreza energética” ha sido reconocido como el Objetivo “ausente” de las Metas del Milenio. Sin acceso a la electricidad y las fuentes de energía sostenibles, los países no tienen ninguna posibilidad de alcanzar su desarrollo, potenciar el crecimiento económico con inclusión y sin opciones reales para que sus ciudadanos salgan de la pobreza.

Estoy seguro que de no sembrar el petróleo a favor de las renovables, seguiremos siendo un país pobre y sin energía.

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