El entorno en el que nos movemos tiene un peso fundamental en nuestro bienestar. Concretamente, de él depende el 20% de nuestra salud, aunque su influencia real es mayor porque también termina influyendo en nuestros hábitos. Si vivimos cerca de un parque, es más probable que tengamos unamejor salud mental porque nos impulsará al ejercicio físico y a las interacciones sociales. Y de los hábitos, dicen los expertos, depende el 50% de nuestra salud.
El urbanismo y el barrio en el que vivimos también configuran, pues, nuestra salud. Sin embargo, hasta la fecha esa correlación directa no se ha tenido en cuenta, al menos de una forma explícita, en los planes de desarrollo urbano. Invertir esta tendencia es uno de los objetivos del proyecto europeo SOPHIE, liderado desde Barcelona por investigadores de la Agencia de Salud Pública y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública del Instituto Carlos III. Y es que precisamente uno de los campos de trabajo de este proyecto ha sido analizar la posible influencia en la salud de la Ley de Barrios de Cataluña, una intervención urbanística impulsada por la Generalitat de Catalunya entre los años 2004-2011 en varios barrios de Barcelona con escasos recursos con el fin de evitar su degradación y mejorar las condiciones de vida de sus vecinos.
De media, esta intervención urbanística supuso una inversión de unos quince millones de euros por barrio. Con ellos se crearon parques públicos, se mejoró la accesibilidad y se abrieron casales para jóvenes, entre otras actuaciones. ¿Mejoraron la salud de sus vecinos estas intervenciones? Tanto los datos como las opiniones manejadas en el proyecto SOPHIE así permiten afirmarlo. Según detalla la autora principal del estudio, Roshanak Mehdipanah, los indicadores recogidos por la Encuesta de Salud de Barcelona en los años 2001, 2006 y 2011 han atestiguado unamejoría en la percepción que hombres y mujeres tenían de su salud en los cinco barrios intervenidos sometidos a análisis (Santa Caterina, Roquetes, Poble Sec, Trinitat Vella y Ciutat Meridiana) en comparación con otros ocho barrios de Barcelona, de características similares a los anteriores, que no se habían beneficiado de la regeneración urbanística. La mejoría, además, se daba por igual en mujeres y en hombres, e incluso en el ámbito de la salud mental, en el que los indicadores señalaban un empeoramiento generalizado en el caso de los hombres, ya que éste era más acusado en los barrios no intervenidos, detalla Roshanak. Es decir, que la Ley de Barrios podía haber supuesto un freno en los efectos adversos de la crisis económica en la salud mental.
De la salud a las desigualdades sociales
El análisis cuantitativo se completó con otro de carácter cualitativo que permitió que los vecinos aportaran sus propias opiniones sobre aquellas cuestiones que habían cambiado con la intervención urbanística. Y los tres grupos de trabajo que se constituyeron coincidieron: la percepción de su salud y la de sus familias había mejorado tras la actuación. “Hay intervenciones a las que quizá no les damos importancia pero que para determinados colectivos son importantes. Por ejemplo, para un enfermo de fibromialgia una simple baldosa rota puede llegar a molestar bastante y repercutir en su movilidad y, por ello, en su salud”, afirma Mehdipanah. Entre los cambios que valoraron los propios vecinos, la investigación recogió desde la instalación de un ascensor urbano a la colocación de badenes para reducir la velocidad del tráfico rodado o la creación de un casal para jóvenes en lo que antes de la intervención urbanística eran unas barracas. Y la salud, añade la investigadora, no ha sido la única beneficiada de la actuación: las encuestas revelaron que ésta había tenido un efecto positivo mayor en las clases trabajadoras, con lo que también había permitido limar las desigualdades sociales.
Algunas de las mejoras urbanísticas tenían como beneficiarios directos a los niños. Entre otras, por ejemplo, se dotó a algunos barrios de pistas para la práctica de deportes y se mejoró la seguridad y el equipamiento de las zonas infantiles de juego. Y aunque los menores de quince años no fueron objeto de análisis en este estudio, su principal responsable cree que la mejoría en la salud constatada no sólo es extrapolable a la población infantil, sino que los efectos beneficiosos de la intervención urbanística lo deben haber sido todavía más en el caso de los niños y niñas. “Hay grupos poblacionales, como los mayores y los niños, que interactúan más con el barrio porque toda su vida se suele desarrollar entre sus límites. En el caso de los niños, muchos van a la escuela y regresan a casa de ella andando, y juegan en los parques del barrio”, explica Mehdipanah. “Por eso, los efectos beneficiosos en la salud de una intervención urbanística que, como la de la Ley de Barrios, pretendía mejorar la proximidad de las personas, se deberían notar más en el caso de la población infantil”, añade.
A partir de ahora, el reto del proyecto SOPHIE es que las conclusiones salten del papel a las calles y que se tengan en cuenta en todas las actuaciones urbanísticas para que éstas se planteen que mejorar la salud de las personas no sólo pasa por dotar de zonas verdes a los barrios. “Cualquier política estructural es compleja porque produce muchos efectos pero lo que hemos conocido con este estudio es que la mejora de la salud de las personas a partir del urbanismo va más allá de los parques. Incluso el hecho de sentirse más o menos seguros en la zona en la que se vive también tiene un reflejo en el bienestar de las personas”, señala la investigadora.
Para lograr que esa mirada renovada al urbanismo cale en quienes son los responsables de su planeamiento y ejecución, los investigadores del proyecto SOPHIE tienen previsto trasladar sus resultados a arquitectos y urbanistas, tanto a aquellos que ya ejercen como a los que se preparan en las universidades para hacerlo en un futuro. También prevén presentarlos a los dirigentes políticos, responsables últimos del diseño de nuestras ciudades, y a los máximos garantes de la salud pública. La difusión generalizada también es importante para los autores de este trabajo y, con este motivo, se ha editado un video que resume las principales conclusiones del estudio. Porque conocer sus resultados permitirá que todos nosotros, actores del urbanismo en el que vivimos aun cuando no lo hayamos diseñado, tomemos conciencia de su importancia y reclamemos políticas más justas y, sobre todo, más saludables. Para nosotros, los adultos, pero, especialmente, para los niños: sus voces siguen siendo las grandes olvidadas en las ciudades, y no sólo en los planeamientos urbanísticos: también quedan al margen incluso en investigaciones como ésta. Y eso -y ahí radica la gravedad de este olvido- impide una reflexión posterior por parte de los expertos que conduzca a una mejora del espacio en el que, también los niños, tan ciudadanos como los adultos, viven.
Por Isabel Sánchez
Publicado en fundrogertorne.org
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