1 de septiembre de 2010

Aers, quien e´ el presidente…



La semana pasada recibíamos con alegría la noticia de la ansiada reubicación y posterior suspensión del proyecto de Barrancones. Pero la alegría duró poco, fue opacada instantáneamente por los cuestionamientos a la forma en que el presidente Piñera resolvía el conflicto por la termoeléctrica, los que se hacían notar con fuerza, e incluso poniendo en jaque el futuro funcionamiento de la institucionalidad medioambiental chilena.

Lo cierto es que la decisión del presidente Piñera, aprobada por algunos y cuestionada por otros, dejó en un muy mal pie la situación energética actual, o más bien dejó al descubierto la carencia de legislación medioambiental y la urgente necesidad de implementar algunos cambios. Resulta complejo analizar la decisión presidencial, si fue la adecuada, o si debió haber presionado a los funcionarios de la Corema a votar en contra del proyecto, o bien dejar el curso natural del proceso de aprobación y esperar a ver qué pasaba. Pero es evidente que el resultado fue el esperado por la ciudadanía.

Definir la matriz energética es un tema extremadamente delicado, que se ha pospuesto su discusión hasta el límite donde nos encontramos ahora, donde por un lado existe la presión de ciertos grupos alarmistas que ven como indispensable la aprobación de cualquier proyecto energético, los que se deben aprobar prácticamente de forma instantánea sin importar sus impactos medioambientales, ya que de lo contrario se nos apaga la luz.

Y por supuesto existen otros que afirman que la matriz energética de Chile no necesita de termoeléctricas ni hidroeléctricas, y se puede sustentar totalmente en base a energías renovables. Postura que a lo menos resulta ser utópica.

Suena razonable un equilibrio de estos puntos de vistas, una instalación responsable de termoeléctricas, bajo una rigurosa normativa medioambiental, que logren asegurar el cuidado del medioambiente, además de un potente fomento de las ERNC. Esto es razonable, pero imposible, al menos en la práctica, confiar en una rigurosa normativa medioambiental, es decir, hace días vimos como la organización responsable de velar por el cuidado del medioambiente aprobaba en forma casi unánime la construcción de una termoeléctrica a carbón en las cercanías de una reserva marina. Entonces está claro, que si el presidente “no se compró la pomada”, menos podemos confiar nosotros, la ciudadanía, en que la normativa vigente sea la apropiada.

La intervención del presidente al menos se puede decir que fue oportuna en el sentido de que se salvó Punta Choros, dejando en algunos una ingenua esperanza de que las decisiones con respecto a las otras termoeléctricas e hidroeléctricas en proceso de aprobación se tomen en base a “favores presidenciales”, tal como se hizo con Barrancones, pero racionalmente resulta imposible pensar en un cierre de todos estos proyectos, los que lamentablemente consideran grandes impactos medioambientales.

Ahora sólo queda esperar y ver si hay más intervenciones presidenciales o bien dejamos el futuro en manos de una institucionalidad que para muchos (desde el presidente hacia abajo) no funciona apropiadamente.

Carlos Jara

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