21 de octubre de 2013

Nuestra responsabilidad individual en el problema alimentario global

Cartel del Día Mundial de la Alimentación 2016

En 1979, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), fijó el 16 de octubre para celebrar el Día Mundial de la Alimentación, con el objetivo de concienciar a las poblaciones sobre el problema alimentario mundial y promover la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.

El documento de constitución de 1979 expresaba la necesidad de proteger la agricultura a nivel mundial, especialmente a los pequeños productores rurales y trabajadores sin tierra, a partir de la investigación y la tecnología necesarias para ello. El informe llega incluso a mencionar una “nueva revolución agrícola a partir de avances de tipo biológico”. En aquel momento la principal preocupación era la producción de la suficiente cantidad de alimentos necesaria para sustentar a toda la población mundial.

Treinta y cuatro años después, el problema alimentario global persiste: el descenso del número de personas subnutridas de 1015 millones entre 1990 y 1992 a 842 millones entre 2011 y 2013 constituye un resultado del todo insuficiente. Pero además, en este periodo hemos podido constatar que la complejidad de las causas del problema hace que su resolución no pueda reducirse a la suficiente producción de alimentos, sino que se debe abordar con medidas que incidan en todos los aspectos de los llamados sistemas alimentarios, formados por el entorno, las personas, las instituciones y los procesos mediante los cuales se producen, elaboran y llevan hasta el consumidor los productos agrícolas. De ahí que el tema de este año sea “Sistemas alimentarios sostenibles para la seguridad alimentaria y la nutrición”.

El problema evoluciona, ¿y los planteamientos de solución?
La degradación del ambiente natural que amenaza a los ecosistemas y la biodiversidad necesarios para nuestro abastecimiento futuro de alimentos, por un lado, y la necesidad de una dieta variada y sana que incluya una combinación equilibrada de energía y nutrientes, por otro, se sitúan como ejes principales del problema.

Ya no sólo se habla de malnutrición en términos de poca cantidad de alimentos, sino también de la calidad de los mismos, y aparece el problema de la obesidad junto al de la carencia de las vitaminas y minerales necesarios para gozar de una buena salud que sufren 2.0000 millones de personas en el mundo y al retraso del crecimiento que sufre uno de cada cuatro niños menores de cinco años. Además, distintos tipos de malnutrición pueden coexistir en un mismo país, en un mismo hogar o incluso en un mismo individuo, pues estudios científicos apuntan a que el bajo peso fetal o postnatal podría relacionarse con un mayor riesgo de obesidad en la edad adulta, como consecuencia de la llamada “transición nutricional”.

La conclusión es que para hacer frente a la malnutrición son precisas medidas que incidan en la agricultura y el sistema alimentario, pero también en la ordenación de recursos naturales, en la sanidad pública y la educación así como en otros ámbitos de política más amplios. Por tanto, es necesario contar con apoyo político de alto nivel para motivar esfuerzos coordinados.

Pero, ¿qué argumento puede hacer que la comunidad internacional se movilice a tan gran escala? ¿Se está cumpliendo el objetivo de concienciar a las poblaciones sobre el problema alimentario mundial y promover la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza, con que se creó la celebración de este día?

Coste económico de la malnutrición

Uno de cada cuatro niños menores de 5 años sufre retraso del crecimiento y nunca alcanzará su potencial físico y cognitivo completo

Que 842 millones de personas en el mundo estén subnutridas debería ser argumento suficiente como para que todos los gobiernos se prestaran a desarrollar políticas y medidas integradas urgentes que paliaran el problema, sin embargo, parece ser necesaria una evaluación en términos económicos. La FAO ha realizado dicho trabajo y afirma que el costo para la economía mundial derivado de la malnutrición, como resultado de la pérdida de productividad y los gastos directos relacionados con la atención sanitaria, podría representar hasta un 5 por ciento de los ingresos mundiales. Es más, se calcula que si la comunidad internacional invirtiera 1200 millones de dólares al año durante cinco años en la reducción de las carencias de micronutrientes se generarían unos beneficios anuales de 15.300 millones de dólares, es decir, una relación costo-beneficio de casi 1 a 13, como consecuencia del aumento de la productividad, no sólo física sino también cognitiva.

El problema alimentario global en términos de responsabilidad individual
La presentación del problema en términos económicos y de la solución desde el punto de vista de los posibles beneficios, podría quizás animar a la movilización de los gobiernos y la implantación de políticas internacionales que atajaran el problema, sin embargo la FAO advierte que la solución sólo pasa por un cambio de comportamientos, ya que la elección de los consumidores de alimentos es esencial, pues ahí se incide en el hecho de que la dieta sea más o menos sana y que se produzca una utilización sostenible de los recursos.

En este sentido, afirma la FAO que incluso en lugares donde la desnutrición y las carencias de micronutrientes persisten como los principales problemas, también es importante actuar para impedir un aumento del sobrepeso y la obesidad, sobre todo a largo plazo.

Así, todos tenemos parte de responsabilidad en atajar el problema alimentario global, que se ve afectado por nuestras decisiones cotidianas y la sostenibilidad de las mismas. En este sentido, el Dr. Aaron Bernstein, en su artículo “Cambio climático y nutrición infantil” incluido en la Guía Salud Infantil y Medio Ambiente editada por la Fundació Roger Torné, afirma que “el cambio climático que la especie humana ha inducido conlleva serios riesgos para la producción de alimentos y también para su calidad nutricional”. Y apunta al final de su artículo una clave sencilla con la que las familias podemos combatir el problema desde nuestro ámbito: Seguir una dieta que incluya más vegetales, legumbres y cereales y menos carne. Sabemos que es más sano, pero también más sostenible, como apunta el profesor: Si toda la población mundial adoptase dietas similares a las que se siguen en Europa y Estados Unidos, la presión sobre los suministros de agua y la capacidad de los ecosistemas para absorber los desperdicios del ganado sería insostenible. Es decir, podemos seguir comiendo como comemos, porque no todo el mundo come igual. Aparece, de nuevo, el concepto de responsabilidad individual.

Es obvio que una persona no puede por sí misma resolver el problema de la nutrición global, pero cabe preguntarse: ¿nos parapetamos tras la complejidad de la solución, que debe tener una respuesta global, para eludir nuestra responsabilidad individual? El Día Mundial de la Alimentación es un buen momento para reflexionar sobre ello.

Publicado en fundrogertorne.org

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