19 de abril de 2012

VIDAS DELTANAS

El antropólogo social Henry Moncrieff realizó una exploración visual en el Delta del Orinoco para mostrar la cotidianidad de las comunidades waraos

hombre warao

Contar con imágenes es elocuente. Henry Moncrieff, antropólogo venezolano, captó las transformaciones culturales de los indios waraos desde San José de Buja (Monagas) hasta Pedernales (Delta Amacuro). Esta muestra en línea, llamada Vidas Deltanas, va de la alegría del indígena en su entorno natural a la tristeza del marginado en la ciudad. La vivienda, el transporte, la alimentación, la intimidad, el hábitat y la personalidad, fueron los temas capturados fotográficamente.

El punto de origen. “Esta etnia que es la segunda del país tiene una muy buena relación con el entorno, pero se ha desmembrado desde el punto de vista cultural. Me interesaba ver los componentes de esa relación hombre naturaleza, lo que se ha perdido con el contacto con la población criolla y con la cultura administrativa gubernamental, que son los dos grandes colectivos que han permeado al indígena en los últimos tiempos”. Los waraos de los sectores más alejados pescan, cultivan y se dedican a la artesanía pero ya muchos consumen alimentos procesados como harina y enlatados. Algunos están incorporados a actividades económicas como la extracción de madera, el turismo, el petróleo y el gas, pero según Moncrieff, están en una posición muy marginal, donde no disfrutan los beneficios laborales. “Muchos no tienen buen dominio del castellano, eso supone una barrera. Si bien es cierto que ha habido un esfuerzo desde el Gobierno por promover las lenguas originarias, no existen centros donde el indígena pueda formarse para enseñarlas. Existe la ley pero no existe la praxis, por eso la población resulta muy heterogénea a nivel lingüístico”.



El warao del río. Las poblaciones más adentradas en el Delta guardan una estrecha relación con el agua, allí los desechos son biodegradables, pero cuando el indígena tiene contacto con la ciudad todo cambia, no tiene conciencia de la contaminación que supone lanzar una bolsa o un enlatado al río, tal como hace con los restos de una palma moriche. “Ellos siguen la tradición y no asocian el cambio. Hace falta impartir educación ecológica, lo que sería objeto de una labor de trabajo social con estos grupos”. Es una extensión además del problema educativo. En los asentamientos se llega hasta sexto grado, pero para continuar con la preparación hay que trasladarse a otros ejes urbanos, lo que crea una ruptura cultural. Con la educación se crean expectativas que ya no coinciden con las tradiciones del grupo y con el modo de vida original que no es tan atractivo porque implica mucho trabajo físico y mucho trabajo manual. “Es una progresión que trato de mostrar desde el indígena que sala pescado y hace cestería al que lamentablemente termina en mendicidad en las calles de algunas ciudades. En Pedernales tienen motos a diferencia de las curiaras que poseen los grupos más apartados del Delta”.

El enfoque de la ecología. “Los animales tienen un significado para la cultura warao, pero en el momento en que se cambia éste se transforma la relación con el entorno. Ellos le tienen miedo a las toninas por ejemplo, por su cosmovisión, sin embargo tras el contacto con otros colectivos el indígena se atreve a cazarla y venderla”. Hay un fuerte tráfico de animales sobre todo de guacamayas y loros que son sacados a Trinidad, según Moncrieff. “Cuando se pierde la idiosincrasia indígena se pierde todo respeto por la naturaleza. La deculturación puede propiciar cambios negativos en su relación con el ambiente. Por ejemplo tras la introducción del motor en las lanchas los animales como corocoras y arawacos se alejan por el ruido, lo que no pasa con las curiaras. Además cae gasolina al río. Eso lo ve el antropólogo pero no el indígena cuya preocupación es simplemente vivir. Hay iniciativas que se podrían probar, como el etnoturismo, que muestra otras formas de vida mediante el turismo y podría ser una fuente de trabajo interesante”. Para este investigador viajar al Delta es un descanso, “comer ocumo sacado de la olla, pescado salado, ver cómo se alimentan de la palma… te olvidas de todo, no tienes señal de celular, es una buena opción de viaje que no se suele considerar “.

Henry Moncrieff es antropólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, en Antropología Social y Etnología. Aficionado a la fotografía documental y paisajística. Se ha dedicado en los últimos años a investigar la cultura venezolana, haciendo especial énfasis en el estudio de la idiosincrasia moderna del país. Trabaja en el Centro de Investigación Social CISOR (www.cisor.org.ve). La galería completa puede verse en el link http://bit.ly/vidasdeltanas y el twitter de este profesional es @henry_moncrieff


@ideagenial
Miembro de la red Periodismo ante el Cambio Climático

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